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¡Ponte al Día!

Sombras de un espejo

En esta convocatoria juevera Nuria, desde su blog Bitácora Literaria , nos propuso un microrrelato sobre el miedo a la oscuridad . Aquí os dejo mi participación .   Nos miramos con incertidumbre, mi reflejo y yo. Siento algo extraño en el aire, aunque no logro discernir qué es. Mi yo reflejo aparta la mirada, mientras yo permanezco inmóvil, incapaz de comprender por qué esa imagen de mí se mueve sin que yo lo haga. Sus ojos se dirigen hacia el otro lado de la habitación, a esa esquina oscura que siempre me infunde temor. No quiero girarme para seguir su recorrido, así que me aferro a observar sus movimientos. Entonces, vuelve a mirarme, y, de una manera escalofriante, sonríe.  Me llevo las manos a mi boca, horrorizada. No puedo ver mi expresión real, pero sé que mi rostro refleja puro terror. Sin embargo, esa figura sombría sigue sonriendo. La oscuridad de la habitación se extiende tras de mí, la veo reflejada en el espejo, detrás de mi otro yo. De nuevo se mueve, ladeando la ...

La caja metálica

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Me sumo un poco tarde a la convocatoria de este jueves. Desde el blog El Demiurgo de Hurlingham , se nos propone un reto entorno a una caja misteriosa...  Me abrumó cruzar el viejo portón de la casa de mis padres después de tantos años. Pero, con su ausencia, no hubo más remedio que vaciarla. Con la ayuda de unos compañeros, aquellos muebles teñidos de recuerdos fueron abandonando el lugar, hasta dejar la estancia en completa soledad. Como un favor personal, les pedí a los demás que me dejaran a solas en el desgastado desván. El aire irrespirable por la escasa ventilación, me acompañaba.  Con algo de dificultad, comencé a moverme por las abultadas tablas del suelo de madera, procurando que las ruedas de mi silla no tropezaran con ningún objeto.  No lo recordaba tan desordenado. Años atrás, había un espacio para la mecedora de mi madre junto a su mesita de café, o el estante donde mi padre solía dejar su radio cassette y su colección de tebeos. De pequeño, tenía un modesto...

Libertad

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Este jueves debuta Mari como anfitriona,  y nos propone un reto sobre l as piezas de un juego de ajedrez.  Hileras incontables de cuadrados negros y blancos se extienden frente a mí como si un laberinto me tuviera cautivo. Día y noche, sin vislumbrar otra cosa que un tablero de piedra pulida, junto a esas figuras de mármol enfrentándose unas a otras en una batalla infinita. No hay treguas, ni descanso, solo piezas que caen derribadas por otras del color opuesto. No puedo soportarlo más. Me han robado mi libertad, obligándome a permanecer en este juego sinsentido, condenado a un único movimiento de “L” ¿Dónde quedó aquella pradera verde? ¿Dónde están esas llanuras sobre las que antes podía cabalgar? ¿Dónde está mi libertad? Un movimiento de la torre blanca amenaza con despojar al alfil negro de su privilegiada posición. Sin embargo, en su lugar, la reina avanza una larga distancia en diagonal, poniendo al rey negro en jaque. Es mi turno. No hay otra figura de mi color que pue...

Abismo

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Una profunda respiración se convierte en un intento  fallido de calmar su pulso. Inspira. Expira. Pero no, no lo consigue. Por más que trata de lograrlo es incapaz de frenar ese latido apresurado.  El frío y húmedo ambiente nocturno empiezan a calar en su garganta, y un vaho blanco se dibuja en el aire con cada aliento. Siente sus manos entumecidas, agarradas a la helada barandilla del puente colgante. Él no pretendía llegar tan lejos, pero siente que no puede más, que ya no hay nada que pueda hacer. Sus ojos están cerrados, consciente de la altura bajo sus pies. Siempre tuvo miedo a los lugares altos, hasta tal punto que enfrentar el balcón de un tercer piso ya era demasiado… Pero, aquí está, en el borde de una baranda a, al menos, cincuenta metros a distancia del agua. Sabe que allí abajo le espera un dolor equivalente a mil cuchillos de hielo, pero eso ya no importa, porque la decisión ya está tomada. Ha visto cientos de veces esta escena en su cabeza. Se ha visto cayendo a...

La pizarra

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Neogeminis nos presenta esta semana un  reto l a mar de curioso. Escribimos sobre  las incomodidades ,  tema que he querido abordar  como  veréis a continuación. No, no, no... Otra vez no. ¿Por qué estas cosas siempre me tienen que pasar a mí? ¿Es que no hay más alumnos en la clase, o qué? No soporto ser el centro de atención. Siento los ojos de los demás chavales atravesarme por la nuca, mientras que los que están sentados delante de mí se han girado para quedarse pasmados mirándome. -      Lucas, ¿acaso no me has escuchado? - Replica el profesor de Lengua y Literatura, sentado en su gran escritorio. - Vamos, sal a la pizarra y continua la lectura. Trago saliva. Casi siento deslizarse por mi frente una gota de sudor. No puedo salir ahí... Con lo mal que se me da leer, se van a reír todos, como siempre. Miro al maestro con una notable incomodidad, pero él me observa con impaciencia. Como no me mueva del sitio, me amonestará seguro. O peor aú...

Fonofobia

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  Esta es mi aportación para el reto de los jueves,  esta vez, propuesto por Nuria .  Tenemos que enfocar nuestro relato en el miedo, aunque yo traté de darle un poco de humor. Un gran estruendo interrumpe repentinamente la paz del salón. Se trata de un ruido muy fuerte que viene de fuera del edificio. Me sobresalto, ¿Qué narices es eso? Y, en ese momento… ¡¡Puuum!! Suena como si algo enormérrimo hubiera caído al suelo, e instintivamente, me levanto del sofá de un salto. Esos sonidos son tan fuertes que entro en pánico enseguida. - ¡Ay, dios! ¡AY, DIOS! - Digo prácticamente hiperventilando- ¡Nos bombardean, Karen! ¡Nos atacan! Karen permanece tranquila echada en el sofá, sin hacer un solo movimiento. Estamos en peligro y ella, ahí, tan pancha. Yo, sin embargo, empiezo a ponerme muy nervioso y a dar vueltas por todos lados. Los golpes son cada vez más sonoros y parecen acercarse a nosotros. Necesito hacerla reaccionar de alguna manera o no saldremos de aquí con vida. - Lev...

Ausencia

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¿Alguna vez te has preguntado qué pasaría si desaparecieras? Cuánto tiempo tardarían en darse cuenta de que ya no estás, o incluso, si alguien se preocuparía realmente por tu ausencia. Lo lógico a pensar es que, si algo nos pasara, normalmente hay gente que notaría que algo va mal, ¿no? Pero la realidad de muchos es que las personas que deberían preocuparse en esas situaciones ni siquiera se darían cuenta de que ocurre algo. Es curioso, y, de hecho, suena fuerte dicho así. ¿Cómo no se va a dar cuenta tu familia de que te ha pasado algo? No nos cabe en la cabeza tal cosa, porque tenemos interiorizado que la familia siempre cuida a sus integrantes y se preocupa por ellos. Pero, esa no es la verdad absoluta, por más que a algunos les duela admitirlo. Llevo un tiempo pensando en esta reflexión, y hace poco pensé en escribirla. Surgió la idea después de una charla que tuve con unos amigos hace tiempo. Comentábamos, que, para alguno de ellos, nuestro grupo se daría cuenta rápidamente de su ...