Cromática Melancolía

En el "reto juevero" de esta semana, Mag nos deja 

una propuesta muy interesante. De diferentes 

opciones hipotéticas, había que escoger una.

 

Mi elección: «¿Y SI... Despertásemos un día con la habilidad de ver las emociones de las personas como colores brillantes a su alrededor? ¿Cómo cambiaría nuestra percepción de ver el mundo?».

 Desperté aquella mañana con una extraña y envolvente sensación. Sentía una nueva realidad cubriendo mis ojos. Al levantarme y observar a mi alrededor, noté vibrar ante mí colores por doquier, y descubrí que las emociones de las personas flotaban en el aire tan resplandecientes como fuegos artificiales.

 En un manto sombrío de tono azulado se manifestaba la tristeza, retorciéndose en el aire con lentitud. La alegría resplandecía destellando toques dorados en un divertido baile. Por su parte, el amor se alzaba entre la gente en un suave matiz rosado y rojizo, mientras que la soledad envolvía a quien la sentía en una oscura neblina. 

Sumergida en esta nueva visión del mundo, me dejé invadir por una profunda melancolía. Ya no podría ver a la gente sin sus emociones, sin sentir sus luchas o sus alegrías pintando el aire. Una agridulce verdad se revelaba frente a mí en una paleta de colores que iluminaba y oscurecía los rostros de mi alrededor

 Al caminar por la ciudad, veía teñirse de color los edificios con la energía emocional de quienes estaban en su interior. Las calles se transformaban en un lienzo vibrante que contaba historias y experiencias. Las reacciones de cada persona, que antes se ocultaban en formalidad, ahora se manifestaban como el arcoíris que se deja ver entre el sol y la tormenta.

Mis propias sensaciones también cambiaron. Notaba cómo la felicidad abrazaba mi cuerpo en una danza de vívidas luces. La tristeza, en su lugar, se convertía en un peso en mi pecho que me rodeaba con tonos mustios. Encontré una enorme belleza en aquella impactante expresión de colores suaves y cálidos de las conexiones humanas, dejándome ver con cristalina sinceridad el alma de todo aquel que tuviera delante. 

 En este nuevo mundo de coloridas emociones, aprendí que la vida era una sinfonía de experiencias compartidas y solitarias, de alegrías fugaces y tristezas duraderas. Sentir tantos matices resultaba conmovedor, pero también me recordaba la fragilidad de nuestra existencia. Con cada paso, me sumergía más en la complejidad de los sentimientos, explorando un universo que antes permanecía invisible, pero que ahora definiría mi percepción del mundo.