La inspiración

"Os voy a contar" Febrero 19, 2016.


Hoy vengo a hablar de un tema, que alguna vez habrá sido quebradero de cabeza para más de uno que se dedica a escribir. Hace ya mucho, cuando tenía mi antiguo blog, recuerdo que dediqué un modesto post a la inspiración. Es cierto que, como fue hace ya años, mi punto de vista está un poco cambiado, pero, de hecho, sigue siendo una cuestión curiosa de la que hablar.

 Lo sabemos todos a los que nos gusta este mundillo de la escritura de narraciones, historias, e imagino que, diversos contenidos dedicados a la información, que en ocasiones nos resulta algo esquivo esto de andar inspirados. No por nada, muchos utilizamos esa expresión de “la visita de las musas”, y nos preocupamos, a veces, si no les vemos el pelo. De hecho, no hace mucho lo leía yo, entre los comentarios de uno de los blogs convocantes de estos “retos jueveros” a los que me he sumado hace poquito. Sé muy bien, que entre nosotros nos entendemos.

 De cuando en cuando, pienso que esto de la inspiración es de risa. Porque, en realidad, viene cuando quiere. Es como un familiar de aquellos que se te presentan en casa sin avisar, así, de la nada, y, encima, en los momentos más inoportunos. Pero, en realidad ellos tienen más delito, porque para algo existe el teléfono, y hasta donde yo sé, no es algo de lo que las musas puedan sacar provecho, por lo que un poco de justificación sí que tienen.

 Recuerdo que en aquel pequeño post de Os voy a contar, mencionaba lo molesto que podía resultar que la inspiración llegue, de casualidad, en los peores momentos. Y, aprovechaba para explicar, anecdóticamente, que una de esas ocasiones en las que podían venir a la cabeza grandes ideas era, por ejemplo, fregando los platos. Hagamos una pequeña pausa, por favor. Si, he dicho fregando los platos. Fue mi simple pero ingeniosa manera de hacer visualizar al lector mi propia desesperación. Imaginémoslo por un momento. Yo, una chica más bien menudita y bajita, peleándome en el fregadero con una enorme olla de, al menos, 16 litros. Y, ¡Pum! Una genial idea me viene a la cabeza... Pero, por dios, estoy haciendo malabarismos con tal dejar aquello impoluto, con las manos cubiertas de jabón. Llegados a ese punto, pueden pasar dos cosas: Primera, dejar la olla, lavarse las manos, secarse bien y ponerse a escribir una obra de arte. Segunda, si es que no tienes tiempo de parar lo que estás haciendo a la mitad, esperar a haber terminado de limpiar.

 Creo que cualquiera al que le haya pasado semejante situación (aunque no necesariamente esta), sabrá qué es lo que ocurre si pospones las grandes ideas. No significa que las pierdas, claro, pero recién salidas del horno están mejor. Calentitas, como un buen plato, listo para servir. Aunque, siguiendo con el oportuno símil de la cocina, también hay platos que están más buenos dejándolos reposar. Los que escribimos, bien sabemos que muchas ideas necesitan maduración, reflexión, y dejarlas enfriar un poquito. Porque, algunas ideas superficiales, necesitan de una mayor profundidad para sacar su máximo potencial. Por eso, en parte, que la inspiración llegue tan inesperadamente no es siempre un problema.

 Al final, lo que hay que tener en cuenta es que, cuando se nos enciende esa bombillita en el momento correcto, podemos sumergirnos en una gran espiral de genialidades que plasmar en papel. Y, es tan embriagador aprovechar esas rachas, que podrías escribir durante horas y horas dejándote llevar por esa fuente inagotable de ideas.

 Sin embargo, aunque la inspiración pueda ser tan caprichosa como un invitado sorpresa, creo que parte de la magia de escribir radica precisamente en esa imprevisibilidad. Es como si las musas disfrutaran desafiándonos, recordándonos que la creatividad no sigue reglas ni horarios establecidos.

 Así que, mientras nos enfrentamos a una olla rebosante de ideas en plena faena de lavar platos, o si nos sorprende en mitad de la noche cuando deberíamos estar descansando, no debemos perder de vista el regalo que nos están ofreciendo. A veces, es en esos momentos inesperados donde las ideas más brillantes se revelan.

En definitiva, abracemos la imprevisibilidad de la inspiración, disfrutemos del desafío que supone, y recordemos que, al final del día, lo importante es plasmar esas ideas en papel, sea cual sea el momento en que decidan visitarnos. Porque, después de todo, ¿quién puede resistirse a la llamada de las musas, incluso cuando interrumpen nuestras tareas más mundanas?


Comentarios

  1. Sí, la visita de la inspiración es caprichosa. A mi también me ha asaltado mientras fregaba los platos o, peor, conduciendo, y tener que buscar dónde parar para apuntar unos versos. Yo me quedo con lo que le escuché una vez a Juan Gelman: "El escritor no escribe lo que quiere, sino lo que puede." Saludos.

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    1. Y son tantas otras las circunstancias incómodas, con las que podríamos hacer un enorme listado, en las que la inspiración llama a la puerta. Una cita totalmente acertada la de Juan Gelman. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo!

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  2. Pues yo creo que a más de uno nos pasa. Yo cuando marcho a dormir siempre tengo una libreta en la mesita de noche, porque hasta que consigo dormirme las musas me hacen estar encendiendo y apagando la luz para escribir la inspiración que en ese momento me invade. Y como bien dice Antonio, escribimos cuando podemos y no cuando queremos. Un abrazo

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    1. Sii, te entiendo totalmente. Creo que estamos todos los que escribimos en el mismo saco... Las ideas vienen cuando menos lo esperamos, y tener una libreta en la mesita de noche es de lo más habitual para los que estamos acostumbrados a estas inesperadas ocasiones en que la inspiración llega.
      Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo!

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