Dudas

"Os voy a contar" Mayo 31, 2016.


Recuerdo, que hace ya años escribí una reflexión corta acerca de las dudas internas que a veces nos invaden, y nos complican el actuar de unas formas u otras a lo largo de nuestra vida. En ella, expresaba lo duro que resultaba dudar y no saber qué hacer, qué pensar, o, incluso, qué sentir. No es difícil adivinar que, por aquellos años, yo pasaba por una etapa de cambio y sentimientos encontrados. En aquel momento, me cuestionaba hasta qué punto podía ser positivo sacar a relucir frente a los demás las dudas personales, ya que exponer problemas a algunas personas a veces es un trago difícil, y aún más, si la duda te lleva a preguntarte si te apoyarán o no.

En ese viejo post, describía una sucesión de acontecimientos que podrían ocurrir cuando uno mismo se siente de esta manera, ya que si nos guardamos ciertas inquietudes por miedo, puede desatarse una cadena de medias verdades y secretos, que, aunque no sean “mentiras u ocultismos” malintencionados, pueden complicar aún más la situación que se está viviendo. Muchos conocemos esta imagen de la bola de nieve que cada vez se hace más grande mientras va bajando por una colina helada, ¿verdad? Pues con los secretismos es algo parecido. Empiezan, en ocasiones, inocentemente, pero después el miedo a expresarlos es mucho mayor. Las dudas se vuelven más grandes, más pesadas. ¿Qué van a pensar los demás? ¿Ocurrirá algo malo al destaparlo? ¿Y si, por el contrario, no ocurre nada?

Mi reflexión, aún consiente de la complejidad de la duda humana, que es lógica, e incluso, a veces inevitable, exploraba la idea de que no debería resultarnos tan difícil elegir un camino. Expresar algo que para nosotros es importante, contarlo o no contarlo, dar un paso hacia adelante o retroceder, era tan simple como escoger una de las dos opciones. Pero a la vez, resulta engorroso hacerlo así de fácil, y esa idea a mí me fascinaba, y a su vez, me complicaba un poco la existencia. Me decía a mí misma, que antes de hacer nada tendría que estudiar toda clase de factores externos. Pensar en si es el momento adecuado, pensar en los otros y en sus reacciones, si es que decir o hacer algo puede hacer daño a terceros, o si las otras personas podrían entenderme en lugar de condenar mi iniciativa al abrirme a ellas... Y, de esa forma, la duda me acababa mareando la cabeza, haciéndome darle vueltas y más vueltas, e impidiéndome mover ficha.

Yo me preguntaba “¿Por qué tiene que existir la duda?” Y de igual manera, me daba cuenta de que en realidad no siempre tiene una connotación negativa y de inseguridad, sino que a veces nos ayuda a pensar las cosas dos veces antes de actuar con imprudencia.

A día de hoy sé, que la clave de todo está, en verdad, en encontrar un equilibrio sano entre esos dos polos opuestos. Las dudas que te frenan, que te generan miedos, y las dudas que te ayudan a pensar las cosas con cabeza. Encontrar una unión adecuada entre la prudencia y la acción, ya que la duda puede ser una buena aliada en esa toma de decisiones, si en una medida justa la usamos en nuestro favor.

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